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Soy Polilla, estudiante de Hispánicas y amante de las buenas letras. Escribo este blog con dos fines. El primero es egoísta: pretendo almacenar datos interesantes, apuntes, etc. El segundo es altruista: ya que vuelco una cantidad ingente de datos en este caos que es la red, espero que al menos a alguien le sirva.
Así que, querido lector, todo tuyo.

martes, 29 de marzo de 2011

Malestar social y empobrecimiento en el Barroco español

EL MALESTAR SOCIAL Y EMPOBRECIMIENTO DEL PAÍS

«El pueblo español estaba dividido en hijosdalgo y pecheros; es decir, en libertadores y libertados: los hijosdalgo estaban exentos de todo impuesto, y no se les podía quitar por causa de deudas contraídas ni la casa, ni el caballo, ni la armadura, y, por el contrario, los pecheros, la parte trabajadora y agricultora de la nación, tenían que soportar todas las cargas; en cambio, puede decirse que estaban excluidos de ocupar los destinos del Estado. Así se comprende la aversión que poco a poco se fue cobrando al comercio y a la industria; en una palabra, a todo lo que significase algún trabajo, tanto más cuanto que, desde que hubo paz en la Patria, se podía hacer fortuna con mayor rapidez y facilidad en las colonias y en las campañas del exterior, lo que trajo por consecuencia que el lujo fuese creciendo considerablemente. Se procuraba con afán poseer rentas fijas a base de Ingresos Reales, que aseguraban para la sucesión en la persona del Mayorazgo; después, los poseedores de estas rentas se veían elevados a la categoría de nobles, y despreciaban el trabajo que los había encumbrado. Desde que Felipe II erigió a San Lorenzo el grandioso monumento del Escorial, el orgullo de los Grandes y de los ricos consistió en construir conventos igualmente en sus posesiones, y el pueblo, que no tenía probabilidades de poder alcanzar la nobleza, rivalizaba en el deseo de entrar en uno de esos conventos para disfrutar de su vida sosegada, sin trabajo y libre de cuidados. Esta doble aspiración o tendencia hacia la nobleza y hacia la vida del convento; con otras palabras, el deseo de gozar de la vida, fue funesto para la nación, que se iba cada vez más alejando del trabajo.»

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